Caminata con bastones. Mónica Lombardo
Posted by Raúl Vaimberg on 26 de enero de 2014 · Deja un comentario
CAMINATAS CON BASTONES
Mónica Lombardo Cueto
Las actividades que proponemos desde el área corporal de GRUP, tratamientos corporales como la osteopatía y la kinesiología, las clases de gimnasia consciente, los talleres en los cuales profundizamos temas afines al aprendizaje desde y con el cuerpo, los itinerarios o paseos en la ciudad y las caminatas con bastones, son pensadas para el desarrollo y bienestar corporal de los asistentes. Aunque también sabemos que conectar con el cuerpo, reconocerlo, sentirlo, desarrollar sus posibilidades y modificarlo afectan no solo al cuerpo sino también a la persona. Trabajamos dentro de un marco pedagógico, con la mirada puesta en el cuerpo de los alumnos, pero somos conscientes de que tratamos con personas que piensan, sienten, y son capaces de cambio y aprendizaje.
Cuando nos proponemos nuevas tareas, dejamos que la experiencia haga su recorrido y observamos el proceso tanto grupal como individual de los participantes.
Así es como la actividad “Caminata con bastones” fue creciendo y transformándose para nosotros en un experiencia muy interesante para ser observada y pensada. Comenzó hace un par de años, motivados por la aportación a la salud física de los participantes y además pensamos que salir del aula y explorar el espacio, la ciudad, las montañas, el mar, los valles que nos rodean añadían un interés especial.
Otro factor interesante es la actividad grupal. Se da el caso de gente que se acerca únicamente para las caminatas, otros que participan en diversas actividades del centro y se suman a la actividad como complemento, con la posibilidad de encontrarse con compañeros de aula, de otros grupos que conocen o gente con la que van formando vínculos en las salidas.
También observamos la dinámica grupal, los reencuentros, los silencios, la colaboración, el compartir experiencias personales similares. Progresivamente los alumnos se implican en la propuesta, invitan gente, proponen lugares nuevos, sacan fotos que luego reenvían a los compañeros de paseo, aportan meriendas. Algunos una vez concluida la tarea alargan el encuentro con un paseo, un café para despedirse y la propuesta de reencontrarse.
Un elemento a señalar es el sentimiento de solidaridad que aparece. Acompañar, adaptarse al ritmo del otro, ayudar cuando surge una dificultad. No son caminantes aislados, forman parte de un grupo, abierto, que coincide en esa actividad y una serie de factores facilitan que éste sentimiento aparezca. Podría rescatar la forma en que se hace la convocatoria, como son partícipes desde antes de encontrase en el sitio programado, todos van teniendo un lugar, se atienden las particularidades de cada uno, las condiciones que faciliten su asistencia, la motivación por la tarea. En definitiva, el grupo comienza a formarse mucho antes de la actividad. El compromiso a participar, las dificultades que implica el trabajo, hacen que la solidaridad se ponga en juego.
En cuanto a la dinámica grupal, sintéticamente podremos decir que es un ‘grupo de características abiertas, de tiempo indefinido y centrado alrededor de una tarea específica’ (Vaimberg, 2012[1]). Abierto debido a que pueden entrar y salir participantes de una a otra convocatoria, sin límite de tiempo ya que no se plantea un fecha de finalización de la secuencia de convocatorias y centrado en la tarea porque se define un objetivo muy específico que es el caminar con bastones en grupo y los diferentes dinamismos que aparecen van girando alrededor de este objetivo principal. La dinámica grupal general se asemeja metafóricamente a un viaje en tren, hay diferentes estaciones en las cuales los viajeros pueden subir o bajar, algunos harán un recorrido más extenso y en la medida en la que el viaje avanza, se va acumulando una historia y una experiencia que constituyen un verdadero proceso grupal que enriquece y es enriquecido por los procesos individuales de cada uno de los participantes.
Todo esto nos lleva a pensar que además de trabajar físicamente, preparándonos para la tarea e incorporando un aprendizaje de uso del cuerpo con el valor agregado de los bastones, se facilita a las personas que participan conocerse, integrarse en su entorno mas o menos próximo, comunicarse consigo mismo y con los otros, pertenecer a un grupo con todo lo que representa para ellos ser reconocidos y tener un lugar.
Cada caminata se desarrolla en un lugar del que rescatamos no solo su paisaje, sino que también su riqueza histórica y artística. Antes del encuentro cada integrante del grupo recibe una reseña del sitio que se visitará, su valor paisajístico, histórico y su riqueza cultural.
Pensamos que una manera de aprender es que la experiencia “entre” en la persona por diferentes canales, a través del cuerpo, la mente, la experiencia emocional y la relación con el otro. El proceso en cada uno de nosotros tiene una modalidad diferente, que puede variar según lo que deseemos aprender y el momento en que estemos. Sabemos que el aprendizaje se realiza a través del tiempo y que la información que recibe el individuo queda en él y crece poco a poco, para incorporarse en el momento oportuno para cada uno.
La lectura de diferentes autores provenientes de diversas disciplinas acompañan la reflexión a medida que la tarea se desarrolla. Desde la filosofía, la medicina, la arquitectura, en diferentes campos descubrimos gente pensando sobre lo que nosotros observamos. Lo interdisciplinario siempre nos enriquece, permite ver lo mismo desde aspectos tan variados y miradas diversas que nos facilitan una comprensión global.
Richard Sennet[2], en Carne y Piedra, reflexionando sobre la privación sensorial en el espacio urbano, dice: “La privación sensorial que parece caer como una maldición sobre la mayoría de los edificios modernos; el embotamiento, la monotonía y la esterilidad táctil que aflige el entorno urbano. Esta privación sensorial resulta aún mas asombrosa por cuanto los tiempos modernos han otorgado un tratamiento privilegiado a las sensaciones corporales y a la libertad de la vida física”.
Desde el área corporal de GRUP observamos la importancia de pensar desde el cuerpo. Para Cristóbal Pera[3] cada cuerpo sustenta una experiencia vital y la conciencia de una entidad personal, volcada en el mundo exterior en el que se mueve, del que percibe y asimila parte de lo que éste contiene, y donde interactúa con muchos otros cuerpos, mientras que su imagen va cambiando con el tiempo, de modo casi imperceptible, a lo largo de su vida, aunque conserve su identidad como persona. Emilio LLedó (citado por Cristóbal Pera) dice: “hay que pensar desde el cuerpo” para desde ese centro desplegar el pensamiento, comprender nuestras circunstancias y tener más consciencia de nuestro “ser en el mundo”.
En otro de sus libros “El cuerpo asediado”, Cristóbal Pera[4], nos comenta: “La ciudad trastorna el cerebro, por lo que este necesita, de vez en cuando, estímulos de la naturaleza”. La importancia que tiene mantener la máxima capacidad cerebral posible a disposición de la atención voluntaria se deriva del hecho de que ésta atención compite continuamente con la atención involuntaria, que es la captada por inesperados y variados estímulos externos. Basada en la distinción de éstos dos tipos de atención, la voluntaria y la involuntaria, la teoría de la restauración de la atención voluntaria (Kaplan 1989) sostiene que la interacción cerebral con los estímulos que nos llegan de la naturaleza nos permiten recuperar la atención voluntaria, bloqueada por el predominio de la atención involuntaria ocupada por los estímulos (ruidosos, agresivos e impertinentes) generados masivamente en el moderno entorno urbano.
Las personas que viven en las modernas ciudades y transitan a diario por estrechas aceras, llenas de todo tipo de obstáculos, eludiendo con dificultad a numerosos cuerpos humanos –unos a marcha demasiado lenta y otros muy apresurados– e incluso a bicicletas, y atraviesan sus anchas calles llenas de un intenso e impaciente tráfico, mantienen sus cerebros inmersos en un ambiente agobiante de “ruidos y furia” que los trastornas y los convierte en “cerebros urbanos”. Es un cerebro que aqueja lo que se ha definido por déficit de naturaleza. La solución estaría en mantener, primero, y crear después en el ámbito de la ciudad, entornos naturales, parques que permitan que los “cerebros urbanos” se expongan de vez en cuando a los estímulos positivos de la naturaleza, unos estímulos que atraen nuestra atención involuntaria con placidez, sin provocar una respuesta emocional negativa, lo que permite restaurar la atención voluntaria y, con ello, los beneficios del pensamiento reflexivo.
Por otra parte en el cerebro trastornado por el entorno urbano coexiste, con el déficit de atención voluntaria, una disminución de la capacidad de autocontrol, con su correspondiente agresividad; esta asociación se explica por el hecho de que la corteza pre frontal, la responsable de la atención voluntaria, también controla las respuestas urgentes ante la provocación: un cerebro cansado de tanto ajetreo urbano es mas propicio a perder el autocontrol ante un mínimo incidente y responder de modo agresivo.
El reto social y político es encontrar una posición intermedia en el diseño de la ciudad que crece: mientras que, por una parte, despliega, dentro de su entorno, los espacios de naturaleza suficientes para mitigar el daño psicológico inherente a su modelo urbano, por otro, conserva las características urbanas que parecen ser responsables de su capacidad creativa e innovadora.
A partir de estas reflexiones consideramos que la actividad que proponemos ‘Caminata con bastones’ es una tarea que aporta beneficios tanto a nivel físico, como psíquico y emocional. Caminar, caminar en grupo, caminar en la naturaleza…
Mónica Lombardo Cueto
Profesora en técnicas corporales
Coordinadora del área corporal de GRUP
monicalombardo7@gmail.com
[1] Vaimberg, R. (2012). Psicoterapia de Grupo. Psicoterapia de grupo online. Barcelona: Octaedro.
[2] Sennet, R. (2007). Carne y piedra. Madrid: Alianza editorial.
[3] Pera, C. (2006). Pensar desde el cuerpo. Madrid: Triacastela.
[4] Pera, C. (2012). El cuerpo asediado. Madrid: Triacastela.
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