:: Diez Maneras de cuidar la mente: 6. Buscar sentido a nuestra vida

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Continuamos con nuestro recorrido indagando sobre diferentes maneras de cuidar de nuestra mente. Buscar sentido a nuestra vida es una de las formas de conservar nuestra salud mental. La búsqueda de sentido es una acción altamente compleja, personal y que evoluciona a lo largo de nuestra vida. ¿Qué sentido tienen estos post que voy escribiendo? Probablemente lo tengan para mí mismo, como forma de elaboración personal de mis propias experiencias y de los múltiples relatos de pacientes que impactan mi mente a lo largo de la semana. Aunque también mantiene mi vigilia la expectativa de poder llegar a otro con quien poder compartir pensamientos y experiencias a distancia.

Reflexionaremos sobre la relación entre la idea de la búsqueda del sentido de la vida, la libertad y el proceso de la psicoterapia. Sobre una búsqueda de sentido libre y transformadora.

¿Qué es el sentido de la vida? La palabra sentido puede usarse como equivalente a significado, puede usarse asimismo para designar alguna tendencia o dirección que sigue una cosa o un proceso (Ferrater Mora, 2009). El sentido de nuestra vida adquieren entonces una doble connotación, la del descubrimiento del significado, ¿qué significa para cada uno de nosotros vivir? y la de dirección, ¿cuál es el horizonte o el camino a seguir?

La búsqueda del sentido nos coloca frente a otras preguntas fundamentales: ¿qué capacidad de decisión o de elección tenemos? o ¿está nuestra vida determinada a priori, orientada por el destino o sobredeterminada por nuestra historia? ¿las experiencias infantiles al estructurar nuestra personalidad nos dejan algún margen de libertad?

¿Son libres nuestras búsquedas de sentido o está ya preestablecido lo que inevitablemente vamos a encontrar? En síntesis nos preguntamos ¿qué es ser libre? Esta pregunta aparentemente abstracta es formulada permanentemente en nuestra consulta de psicoterapia. Las pacientes se cuestionan por ejemplo si sirve para algo la psicoterapia, o todo está ya determinado y, se haga lo que se haga, la tendencia será a seguir en la dirección en la cual se llegó al tratamiento.

El concepto de libertad ha sido utilizado en diferentes sentidos: como posibilidad de autodeterminación, como posibilidad de elección, como espontaneidad, como indeterminación. El vocablo latino liber del cual deriva libre significa “joven que al alcanzar la madurez sexual se incorpora a la comunidad como hombre capaz de asumir responsabilidades”. Se es libre cuando se está disponible para hacer algo por sí mismo. Una vida con sentido es una vida con capacidad de elegir, de realizar actos libres que nos orientan en una determinada dirección, a cada persona y en cada momento de la vida.

La libertad puede llamarse ‘natural’ cuando existe la posibilidad de sustraerse, al menos parcialmente, a un orden cósmico predeterminado e invariable. Este orden cósmico puede a su vez entenderse de dos maneras: como modo de operar del Destino y como el Orden de la naturaleza, ¿hasta donde el individuo puede sustraerse a la estrecha imbricación de los acontecimientos naturales? (Ferrater Mora, 2009).

También puede hablarse de libertad personal o autonomía y en este caso es la independencia de las presiones o coacciones procedentes de la comunidad.

Los compromisos que asumimos condicionan nuestra libertad. Aunque la experiencia es totalmente  diferente si somos obligados a realizar ciertas acciones que si los compromisos son elegidos por nosotros mismos. La libertad sería entonces la libertad de elegir dónde y cómo vivir, con quien compartir nuestra vida, si tenemos hijos. Donde, como y en que trabajamos. Muchas veces las elecciones implican temas muy complejos, como por ejemplo el decidir cómo vivir el proceso de una enfermedad o como morir.

¿Cómo ser libre interiormente, en pareja, en familia o en grupo?

Libertad interior.

¿Que nos puede permitir tener libertad interior o por el contrario inhibirla? Para avanzar en este camino requerimos poder escuchar nuestras sensaciones y ocurrencias internas, sin prejuicio ni prisa y toleramos este tiempo que requieren nuestras representaciones internas para ir ligándose y adquiriendo significado.

Estar dispuesto a perder y también a ganar nos hace libres, estar dispuesto a amar, estar dispuesto a saber. El sentimiento de culpa innecesario nos bloquea emocionalmente, y nos dispone a la vivencia o la amenaza de un castigo. Esta amenaza actúa inhibiendo la ilusión y la acción tan necesarias para poder desarrollar comportamientos libres o con capacidad de producir cambios.

Libertad en pareja.

Hay diferentes tipos de parejas pero básicamente reflexionemos sobre aquellas que se sustentan en una unión entre dos personas que construyen un proyecto, despliegan una sexualidad y establecen unos compromisos, entre ellos por ejemplo, el de la fidelidad. El tema de la libertad en pareja es el de la libertad compartida y requiere un grado de libertad individual. El secreto de la pareja duradera es el de una unión que se sustenta en la sexualidad, en la ternura y en un grado de dependencia moderado. Que quiero decir con este último punto: “un grado de dependencia moderado”. Muchas veces he observado que cuando realmente se descubre el grado de salud de un vínculo de pareja es cuando se separan o cuando se plantean como serían las cosas si se separaran. En los grandes conflictos económicos que aparecen en los divorcios se detectan estas falsas estabilidades. Tiendo a pensar que el grado de salud de un pareja se ve reflejado ante la pregunta, hipotética, de ¿cómo quedarían los dos miembros de la pareja si se separaran?, tanto a nivel psíquico, como social y económico. La pregunta también es válida si nos preguntamos ¿cómo estaremos cuando los hijos se vayan de casa o cuando nos jubilemos? Suelen entonces detectarse con mayor claridad estos grados de dependencia excesiva. La vida obtuvo sentido solo por los hijos, o lo que sostenía la relación era la dependencia económica, o no se tenía nada más que hacer que trabajar. Alcanzar este grado de dependencia moderado estará relacionado con el trabajo personal que cada uno haya desarrollado, en parte, en la búsqueda del sentido de la propia vida, que comienza como un acto individual.

Libertad en familia.

¿Cómo gestionamos la libertad de nuestros hijos? Muchas veces resulta difícil dejarlos elegir con libertad otras veces no es fácil discriminar las fronteras entre la libertad y el riesgo. A veces nos toca hacer un paso al costado y confiar en qué les hemos podido transmitir y en qué ellos han sabido incorporar una serie de valores con los cuales realizar su propia experiencia. Otras veces nos toca decir “No”, firmemente, aunque luego podamos agregar todas las argumentaciones y escuchar todas las réplicas.

Libertad en grupo.

En los grupos humanos, existe habitualmente una tensión entre la identidad individual y la colectiva. La identidad individual es la que nos permite en los grupos asumir posiciones propias, mantener una actitud activa, discriminarnos de los demás y participar en la construcción de sentidos colectivos. La identidad grupal requiere el esfuerzo de renunciar a algunos intereses personales, tiempo y objetivos individuales, para poder participar de una experiencia que nos otorga un sentimiento de pertenencia y de protección.

En los grupos es necesario encontrar un equilibrio entre la actitud de sumisión y la de poder. También es necesario clarificar las características de la tarea a realizar y trabajar en pos de objetivos comunes, bien definidos, constructivos y en los cuales cada participante desempeña una función comprometida y de acuerdo a sus posibilidades.

¿Que nos hace libres y cómo podemos transmitir la posibilidad de ser libres? Hay en la libertad un punto de transgresión que nos permite oponernos al status establecido, a lo que se espera de nosotros, a nuestra historia personal, a permitir que un acontecimiento inesperado cambie la dirección de nuestra vida.

Frankl nos habla de la experiencia del campo de concentración en Alemania y de cómo vio gente que era capaz de mantener su libertad de morir con dignidad incluso en situaciones en las cuales estaban coartadas todas las libertades. Permítanme resumir algunas de las ideas fundamentales de su libro que prácticamente hablan por sí solas:

Viktor Emil Frankl, (n. 26 de marzo de 1905, en Viena, de 1997, en Viena) fue un neurólogo y psiquiatra, fundador de la Logoterapia. Sobrevivió desde 1942 hasta 1945 en varios campos de concentración, incluidos Auschwitz y Dachau. A partir de esa experiencia, escribió el libro El hombre en busca de sentido.

En su libro se pregunta ¿Cómo incidía la vida diaria de un campo de concentración en la mente del prisionero medio?

“Tras este intento de presentación psicológica y explicación psicopatológica de las características típicas del recluido en un campo de concentración, se podría sacar la impresión de que el ser humano es alguien completa e inevitablemente influido por su entorno y (entendiéndose por entorno en este caso la singular estructura del campo de concentración, que obligaba al prisionero a adecuar su conducta a un determinado conjunto de pautas). Pero, ¿y qué decir de la libertad humana? ¿No hay una libertad espiritual con respecto a la conducta y a la reacción ante un entorno dado? ¿Es cierta la teoría que nos enseña que el hombre no es más que el producto de muchos factores ambientales condicionantes, sean de naturaleza biológica, psicológica o sociológica? ¿El hombre es sólo un producto accidental de dichos factores? Y, lo que es más importante, ¿las reacciones de los prisioneros ante el mundo singular de un campo de concentración, son una prueba de que el hombre no puede escapar a la influencia de lo que le rodea? ¿Es que frente a tales circunstancias no tiene posibilidad de elección? Las experiencias de la vida en un campo demuestran que el hombre tiene capacidad de elección”.

…Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino… Es esta libertad espiritual, que no se nos puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito.

Una vida activa sirve a la intencionalidad de dar al hombre una oportunidad para comprender sus méritos en la labor creativa, mientras que una vida pasiva de simple goce le ofrece la oportunidad de obtener la plenitud experimentando la belleza, el arte o la naturaleza. Pero también es positiva la vida que está casi vacía tanto de creación como de gozo y que admite una sola posibilidad de conducta; a saber, la actitud del hombre hacia su existencia, una existencia restringida por fuerzas que le son ajenas… A este hombre le están prohibidas tanto la vida creativa como la existencia de goce, pero no sólo son significativos la creatividad y el goce; todos los aspectos de la vida son igualmente significativos, de modo que el sufrimiento tiene que serlo también. El sufrimiento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no pueden apartarse el destino o la muerte. Sin todos ellos la vida no es completa…

…Nuestra generación es realista, pues hemos llegado a saber lo que realmente es el hombre. Después de todo, el hombre es ese ser que ha inventado las cámaras de gas de Auschwitz, pero también es el ser que ha entrado en esas cámaras con la cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shema Yisrael en sus labios… (Frankl, 2004)

Bion en su libro “Transformaciones” (1965), para explicar los procesos de transformación describe la relación existente entre un campo de amapolas, un pintor y el cuadro que pinta sobre ese campo de amapolas. En otro momento habla del reflejo de un paisaje en un lago y de cómo la brisa que altera la superficie del lago rompe la uniformidad del espejo. Explicará que esta brisa son nuestras emociones. El pintor podrá transformar la realidad y no solo repetirla, si permite que las emociones alteren esos aspectos invariantes de la realidad que hacen que sea predecible y que permanezca igual a sí misma.

Nacemos, crecemos y morimos, ¿Nuestra libertad, no estará en el sentido que somos capaces de encontrar a lo que nace, a lo que crece y a lo que muere?

En su trabajo “El miedo a la libertad” Erich Fromm (2005) explica como por medio de la sumisión el sujeto intenta evitar la angustia a ser excluido. Al respecto aclara que “la individuación es un proceso que implica el crecimiento de la fuerza y de la integración de la personalidad individual, pero es al mismo tiempo un proceso en el cual se pierde la original identidad con los otros y por el que el niño se separa de los demás. La creciente separación puede desembocar en un aislamiento que posea el carácter de completa desolación y origine angustia e inseguridad intensas, o bien puede dar lugar a una nueva especie de intimidad y de solidaridad con los otros.

A veces la libertad de seguir un sentido requiere lucha, internamente luchamos contra el ansia de sumisión y contra el apetito de poder que nos congelan o bloquen en una posición y en un discurso. Quedamos atrapados en un lugar fijo en el cual intentamos hacer permanecer a los objetos.

Concluyendo: ¿Podemos ser libres, o estamos determinados por nuestra genética, nuestra historia y el tiempo que nos toca vivir?  ¿Es la posibilidad de elegir los compromisos que asumimos y como los asumimos lo que nos hace libres? La búsqueda del sentido se nos ofrece más comprensible cuando intentamos resolver el dilema entre la sobredeterminación y la libertad. Al final de los tratamientos solemos trabajar con el paciente que es lo que produjo en él algún cambio significativo. Muchas veces es todo el proceso de la psicoterapia con sus múltiples momentos de crisis, reflexión, descubrimiento y búsqueda de algo nuevo. Otras veces nos sorprende el que son hechos aparentemente anecdóticos, unos pocos, que tal vez no tuvieron demasiada importancia para nosotros los terapeutas. Aunque cuando los revisamos más a fondo observamos que esas situaciones suelen condensar escenas nucleares de la vida que encontraron una manera diferente de experimentarse y de sentirse en la experiencia de la relación terapéutica. El encuentro profundo, comprometido, sentido y libre, que cuestiona e impacta nuestra propia subjetividad, suele producir efectos, aunque siempre permanece algo que sigue siendo incomprensible, inalcanzable, frustrante, que nos recuerda nuestra solitud, nuestra incompletud y nuestra finitud.

En la búsqueda del sentido de la vida influyen significativamente tanto el compromiso y la libertad del encuentro con uno mismo y con el otro, como la conciencia de nuestra incompletud y transitoriedad. Entonces continuamos viviendo intensamente, sin duda alguna una de las manera de cuidar de nuestra mente.

Bibliografía

Bion, W. R. (1965) Transformaciones. Del aprendizaje al crecimiento. Centro Editor de América Latina. Argentina.

Ferrater Mora, J. (2009). Diccionario de filosofía. Barcelona: Ariel.

Frankl, V. (2004). El hombre en busca del sentido. Barcelona: Herder

Freud, S. (1912). Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico. Obras Completas. (2ª edición en castellano). Buenos Aires: Amorrortu.

Fromm, E. (2005). El miedo a la libertad. Buenos Aires: Editorial Paidós

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