: Diez Maneras de Cuidar la Mente – 7. Aceptar nuestras limitaciones, para superarlas, para cambiar de dirección o para asumirlas
Aceptar nuestras limitaciones, para superarlas,
para cambiar de dirección o para asumirlas
La acción de ‘poner límites’ tiene significación para la educación escolar y familiar, la estructuración de la personalidad y la organización de las relaciones humanas. Constituye una experiencia constitutiva a partir de la cual se irá aprendiendo a aceptar los propios límites. Los padres suelen preguntarse sobre la educación de sus hijos: si deben ponerles más o menos límites, cuanta libertad darles, que pautas de horarios, si dejarlos quedarse despiertos hasta tarde o comer lo que quieran. Que nivel de responsabilidad pueden asumir los hijos, cuanta ayuda deben ofrecer en casa, cuanto soporte económico conviene darles, pagarles los estudios o el ocio, si deben trabajar y a partir de que edad. Cuanto derecho tienen a pedirles que hagan algo por ellos y muchas otras preguntas más.
Hemos observado la importancia de los límites claros y respetuosos para que los hijos crezcan con seguridad y tranquilidad. Los excesos de límites suelen coartar la personalidad o bien desarrollar un sistema mental de autocontrol y disciplina que puede generar insatisfacción o problemas más importantes. Los insuficiencia de límites suele generar conflictos, en general de mayor dimensión: agresividad, impulsividad, descontrol, dificultades a la hora de ser constante o tolerar las diversas frustraciones que la vida irá presentando.
Es importante que los límites sean respetuosos, quiero decir que cuando se marca un límite hemos de tener en cuenta al otro, inclusive cuando es necesario un castigo. Hablamos del castigo positivo como aquel que permite reparar el exceso o el daño generado al trasgredir o sobrepasar un límite. Por otro lado, parte de la actitud respetuosa consiste en que, además de la firmeza en el acto limitante debemos incluir los argumentos y la actitud que facilite que sean aceptados y también tolerar el enfado por parte de quien recibe el límite.
Las diferentes limitaciones que experimentamos en la vida tienen la importancia de permitir la evolución y la maduración del psiquismo y de la personalidad. La aceptación de un límite puede indicar el inicio de una nueva etapa, un cambio, un nuevo comienzo y otras veces la aceptación de un final.
Las limitaciones humanas son el resultado de: 1) limitaciones externas, que provienen de la realidad que nos rodea, 2) limitaciones que provienen de las diferentes etapas del proceso de maduración psíquica (las de la infancia, adolescencia, adultez y senectud), 3) limitaciones que provienen de nuestro propio cuerpo, de su propia naturaleza o de las dificultades particulares que presente. Por otro lado, es importante cómo valoramos nuestras propias limitaciones, ya que podemos sobrevalorarlas y considerarnos con más limitaciones de las que realmente tenemos o por el contrario infravalorarlas y creer que podemos funcionar en niveles que no se adaptan a nuestras verdaderas posibilidades. Muchas de las dificultades psicológicas que observamos se relacionan con alteraciones en estos elementos descriptos, tanto en la búsqueda del equilibrio entre las limitaciones externas e internas como en la valoración excesiva o la infravaloración que hacemos de nuestras propias posibilidades y de nuestros límites.
Muchas frases habituales nos refieren a situaciones relacionadas con la aceptación de nuestros límites: “Hay lo que hay”, “Es lo que puede ser”, “Es lo que tiene que ser”, “Podría ser de otra manera, pero es así”, “A veces se gana y a veces se pierde”, “Hay que saber perder”, “Saber separarse, tomar distancia, saber retirarse a tiempo”, ”No pudo ser”, “Se terminó”, “Las cosas se acaban”, ”Despedirse, desprenderse, desvincularse”, ”Acabar, cerrar las etapas, cerrar bien las etapas”, “No hay vuelta atrás”, “Fin, final”.
Pero también hay frases que hacen referencia al intento de superar las limitaciones: “Volver a empezar”, “Levantarse después de una caída”, “Cambiar”, “Aprender de los fracasos”, “Aprender de la experiencia”, “Tener paciencia, no abandonar”, “Todo llega”, “Aceptar el paso del tiempo”, “Adaptarse a la realidad”, “Saber estar en el lugar adecuado”, “Manejar bien el tiempo”, “Luchar, ilusionarse y ponerle energía a las cosas”.
Estudiemos estas problemáticas en los campos de la fisiología, de la filosofía y del psicoanálisis. En la fisiología humana la naturaleza y su funcionamiento nos suelen indicar unos parámetros en los cuales movernos. De la filosofía revisaremos, por un lado, el concepto de “infinito” y su relación con los no-límites en el tiempo y en el espacio y, por otro lado, el concepto de vacío. Del psicoanálisis estudiaremos dos conceptos constituyentes del psiquismo y que establecen una polaridad interesante con la revisión que haremos desde la filosofía, son el de ‘castración simbolígena’, que podemos traducir a un lenguaje menos metafórico como “límite” y por otro lado el concepto de ‘deseo’ como motor psicoemocional de la vitalidad.
Fisiología humana
En el funcionamiento del cuerpo humano el equilibrio entre los mecanismos de retroalimentación o feedback positivo y negativo[1], permiten el mantenimiento de la vida, por ejemplo, nuestro corazón necesita latir rítmicamente y también requiere momentos de reposo y otros en que por medio del ejercicio o de la vida emocional latir con más vigor y frecuencia. Así, los mecanismos de feedback positivo (aumento de las funciones cardíacas) y negativo (disminución de las funciones cardíacas) regulan el equilibrio entre las necesidades fisiológicas, las posibilidades y límites del corazón y las necesidades psicológicas y de la vida emocional. Así por ejemplo si a nuestro corazón le pidiéramos más y más y no le diéramos ningún descanso iría acelerándose progresivamente hasta latir tan rápido que entraría en un proceso denominado de fibrilación ventricular y la muerte; en el polo opuesto un corazón que se mueve poco, en un cuerpo sedentario, presentaría diversas patologías circulatorias, obstrucciones y debilitamiento de músculo cardíaco que también enfrentarían a la persona a un deterioro progresivo. La Teoría de los Sistemas Generales (introduce el concepto de entropía. Según la 2ª ley de la termodinámica la entropía requiere igualmente una combinación de entropía negativa y de entropía positiva para poder encontrar una homeostasis tanto de los sistemas biológicos, como de los sistemas sociales y de los sistemas en general[2].
Filosofía
Los dos grandes abismos del ser humano son el infinito y la nada. Delimitamos varios sentidos del término infinito: 1) Aquello que por naturaleza no puede ser atravesado o recorrido. 2) Lo que para nosotros tiene un recorrido interminable o incompleto 3) Lo que siendo atravesable por naturaleza, no puede atravesarse o recorrerse. La definición que propone Aristóteles es: “El infinito no es aquello más allá de lo cual no hay nada, sino aquello más allá de lo cual hay algo” (Ferrater Mora, 2009).
Locke escribe sobre lo finito y lo infinito: “Las porciones de extensión que afectan a los sentidos y los períodos ordinarios de sucesión con que se mide el tiempo llevan consigo la idea de lo finito. En cuanto a la idea de lo infinito se obtiene observando que pueden juntarse sin cesar porciones de espacio y momentos de tiempo. Así Locke estima que la idea del infinito es de naturaleza “aditiva”.
En la idea de lo infinito la razón se mueve en el vacío, sin el apoyo que le da el confinarse dentro de la experiencia posible. Podríamos formularlo matemáticamente de la siguiente manera:
{1, 2, 3… }n Infinito
{N= 1, 2, 3…} No infinito
Al existir una relación entre dos conjuntos, deja de ser posible el infinito que solo es posible en una serie aditiva. A poco que un conjunto es atravesado o se pone en relación con otro conjunto aparece un corte o un límite, esto es lo que ocurre también en la medida en que aparece la intersubjetividad (cuando hay relación con otro sujeto), entonces la mismidad -la vivencia de sí mismo- es interpelada por la presencia de otro diferente de uno mismo. Aunque también la subjetividad en las relaciones de características simbióticas o narcisísticas -de gran dependencia- puede experimentarse como si una esfera envolviera a los participantes de la relación y no pudieran discriminarse los límites entre los sujetos.
El no límite es el abismo en una de dos versiones, el no límite de tiempo o del espacio. No límite y vacío, son dos sensaciones principales de las psicopatologías severas contemporáneas. Por otro lado, en el otro polo del infinito y del vacío están el límite y el deseo. La experiencia de sentirnos limitados nos constituye como personas sanas mentalmente y capaces de desear. El límite incluye conciencia de tiempo y espacios limitados y el deseo surge a partir de la experiencia de percibirse a sí mismo como un ser limitado, que entonces desea lo que no tiene o lo que anhela alcanzar.
La aceleración de la vida contemporánea, junto con el alejamiento de la naturaleza y de los grupos de pertenencia, nos acerca a esta sensación de no límite y de vacío, los límites solían surgir del silencio, del tiempo tranquilo, de la relación del cuerpo con la naturaleza y de las relaciones constantes con los grupos de convivencia o en la comunidad. La sensación de plenitud, las experiencias de compromiso social o espiritual comunitario y la conexión con el mundo de las emociones requieren tiempo de estar conectados y compartiendo anhelos y proyectos. Somos más libres, podemos movernos por todo el planeta, vivir más años, llevar prótesis tecnológicas diversas que permiten ampliar nuestras potencias y posibilidades de expandir las capacidades de nuestros sentidos y de nuestra memoria, pero ¿somos más felices, tenemos tiempo para encontramos con nuestros amigos y familiares, disfrutar de la conversación y de un fuego compartido?. Los espacios de psicoterapia pretenden mantener estos espacios de interioridad y comunicación, cuesta a veces persuadir a los pacientes de que se animen a venir con tiempo a la sesión y que antes o después se tomen un momento de relajamiento y reflexión en una plaza cercana, llegar al despacho y desacelerar, entrar adentro de uno mismo y comunicarse desde la propia imaginación, desde los propios sueños y desde los sentimientos.
Psicoanálisis
En el proceso evolutivo normal vamos adquiriendo mecanismos que nos permiten disfrutar de una adecuada salud mental a lo largo de la vida. Para Françoise Dolto, estos mecanismos madurativos están organizados en base a las denominadas ‘castraciones simbolígenas’, que son prohibiciones del actuar. El cumplimiento del deseo con la forma que el niño le quiere dar, está prohibido por la ley. En el proceso de aprendizaje, el niño debe saber que el adulto está tan marcado como él por esta prohibición. Las tendencias instintivas así reprimidas experimentan una reestructuración dinámica y el deseo cuyo fin inicial ha sido prohibido, aborda su realización por medios nuevos, ‘sublimaciones’[3]: medios que exigen para su satisfacción, un proceso de elaboración que no exigía el objeto primitivamente tenido en vista. La castración puede llevar a la sublimación pero también a la perversión o a la represión de desenlace neurótico (si quiere ampliar estos conceptos diríjase a este enlace: castración simbolígena en Françoise Dolto).
Aceptar nuestros propios límites suele ser uno de los pasos necesarios para el crecimiento, uno de los aspectos principales de la denominada ‘autoestima’ es la aceptación de los propios límites tanto como de las propias posibilidades. Solemos encontrar que los momentos de mayor aprendizaje han sido a partir de experiencias frustrantes, errores y deseos que no pudimos satisfacer. Frente a estas experiencias es posible “tirar la toalla” y decidir no seguir adelante, también valorar con más precisión que es lo que realmente podemos o nos interesa y que no, y entonces dar otro paso, en la misma o en otra dirección.
La sensación de vacío y el no-límite del tiempo y el espacio remiten a diferentes experiencias psicológicas normales y patológicas. En la normalidad, el tolerar el vacío previo al surgimiento de algo nuevo y el transgredir los límites del espacio y la concatenación temporal son algunas de las bases de la creatividad humana. Por otro lado, el no espacio nos lleva a pensar en una serie de situaciones de la vida que ocurren fuera de lugar, una escena que acontece en un sitio en el que no debiera ocurrir, “ectópica” (por ejemplo alguien que se desnuda en las calles de una ciudad a diferencia de si lo hace en una playa nudista). Cada lugar tiene sus reglas. El no espacio nos lleva también a la experiencia del desarraigo: espacios neutros, nuevos, fríos y acristalados, que no invitan a quedarse allí sino más bien a irse, casi a huir. Los nuevos espacios “heterotópicos”: hospitales, plazas urbanas, aeropuertos, bibliotecas, cementerios y prisiones generan sensaciones de un extrañamiento, a veces casi siniestro, que los constituye como lugares sin tiempo ni espacio en los cuales podemos estar permanentemente en transito hacia diferentes espacios y tiempos. El no tiempo es un presente continuo sin referencias a la historia y sin la posibilidad de proyectar un futuro o valorar las consecuencias de los actos que realizamos. Internet a veces se constituye como un lugar con un tiempo atemporal, en el cual pasado, presente y futuro se mezclan. Necesitamos sensación de no tiempo, en el sentido de no obligaciones, pero también nos contiene y nos otorga identidad la memoria de nuestros antepasados, de nuestra tierra y de nuestra historia social.
La experiencia del vacío se vinculada al aburrimiento, al desgano, a la soledad extrema, al aislamiento o a la necesidad impulsiva de llenar un vacío que es vivido como insoportable (llenarlo por ejemplo con drogas, con alcohol o con relaciones que tienen características tóxicas o adictivas). Solemos diferenciar, por un lado, la “sensación de vacío”, la cual al ser consciente de ella nos permite buscar el sentido, la dirección o comprender la carencia. Por otro lado, el “vacío de sensación”, en cambio se vincula con los comportamientos adictivos, la enfermedad psicosomática y los comportamientos perversos, según esta experiencia se tramite respectivamente a través de la mente (buscar la sensación en una sustancia), del cuerpo (sentir el cuerpo a través del dolor) o del ambiente (experimentar la sensación en el impacto que la conducta genera en el otro).
En cuanto a la experiencia del límite y del deseo ya nos instalamos en franjas de salud o de patologías menores. Los jóvenes suelen sentirse más tranquilos si viven en un entorno de límites claros, es entonces cuando encuentran espacio en su mente para poder estudiar, soñar y hacer proyectos. Las relaciones con límites claros otorgan el grado de seguridad emocional necesario para poder estar juntos y también para poder separarse sin temor. En cuanto al deseo, sentir ilusión y entusiasmo por la vida son de las experiencias más gratificantes que podemos tener, aunque siempre aparecen desilusiones y frustraciones, sabemos que podemos volver a empezar. El excesivo miedo al fracaso lleva a mucha gente a evitar las experiencias emocionales e intelectuales. Todos necesitamos ser acompañados alguna vez, al principio, en la experiencia de ilusionarnos, intentarlo, que funcione y que termine bien, luego descansar y comenzar otra experiencia; el fortalecimiento de una ‘posición deseante’ requiere este tipo de experiencias que solemos recibir en nuestros entornos emocionales más cercanos. El exceso de límites o la dificultad de aceptarlos pueden producir inhibición o angustia. En cuanto al deseo, su exceso genera ansiedad y su inhibición situaciones depresivas leves, problemas en la sexualidad, falta de ilusión o vitalidad. Pero desde la perspectiva de la normalidad, conciencia de límite y deseo van asociados a la capacidad de vivir con la flexibilidad y vitalidad necesarias para enfrentar las distintas situaciones que se nos presentan en la vida.
[1] La retroalimentación es un mecanismo de control de los sistemas dinámicos por el cual una cierta proporción de la señal de salida se redirige a la entrada, y así regula su comportamiento. La retroalimentación se produce cuando la información de salidas vuelve a entrar al sistema permitiendo el control y que el mismo tome medidas de corrección con base en la información retroalimentada.
[2]El segundo principio de la termodinámica establece el crecimiento de la entropía, es decir, la máxima probabilidad de los sistemas es su progresiva desorganización y, finalmente, su homogeneización con el ambiente. Los sistemas cerrados están irremediablemente condenados a la desorganización. No obstante hay sistemas que, al menos temporalmente, revierten esta tendencia al aumentar sus estados de organización (negentropía).
[3]La sublimación en psicoanálisis es un término descrito por Sigmund Freud como uno de los destinos posibles de la pulsión. Se trata de un proceso psíquico mediante el cual áreas de la actividad humana que aparentemente no guardan relación con la sexualidad se transforman en depositarias de energía libidinal (pulsional).1 El proceso consiste en un desvío hacia un nuevo fin. Entre los ejemplos de Freud como nuevos destinos de la pulsión sexual está lo artístico y lo intelectual: Sublimar consistiría en mudar el fin pulsional hacia una actividad desexualizada, intentando su realización, por ejemplo mediante tareas creativas o de prestigio social: arte, religión, ciencia, política, tecnología.
Bibliografía
Dolto, F. (1986). Imagen inconsciente del cuerpo humano. Buenos Aires: Paidós.
Ferrater Mora, J. (2009). Diccionario de filosofía. Barcelona: Ariel
Dr. Raúl Vaimberg Grillo – Director de Grup
Fotografía: Chema Madoz